COCA Y LA ESCUELA
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n tanto, Facundo y Rayén llegaron a la Escuela Hogar de La Pastoril y sorprendieron al personal con las novedades. De inmediato Coca, la directora del establecimiento se puso en contacto con la policía de Santa Isabel, que al dar parte a la Jefatura Central, esta dispuso dar aviso a todas las comisarías de la zona, para que prestaran atención y reforzaran la vigilancia en sus jurisdicciones ante cualquier tipo de manifestación extraña, a la vez que dispusieron la salida de varias patrullas rurales para socorrer a los expedicionarios y además, iniciar una investigación “in situ” de los episodios.
Facundo decidió volver con Rayén al lugar donde quedaron sus compañeros y a ellos se sumó la propia directora del establecimiento, Coca, que tenía una especial simpatía por ese grupo de jóvenes que tan decididamente llevaban adelante sus inquietudes, y no se quedaban en análisis de teorías detrás de un escritorio.
El regreso se hizo lento. Los 40 kilómetros por la picada arenosa se hicieron interminables. Querían llegar y abrazarse con sus amigos y a la vez llevaban provisiones de agua caliente para soportar el frío de la mañana que en esa zona, normalmente ronda entre los 5 y 10 grados bajo cero, aunque había que reconocer que el sol estaba de su lado y comenzaba a ser un calefactor natural del paisaje.
La mirada ansiosa se perdía en el horizonte intentando buscar la silueta de sus amigos pero... el camino estaba muy pesado y el recorrido se tornaba lento para su deseo. Coca, la directora de la escuela, los alentaba e intentaba tranquilizar a los jóvenes que se preguntaban una y otra vez, qué había sucedido.
En tanto, el grupo que quedó en el camino compuesto por Alfredo, María Elena, Paula y Fernando, continuaba con las observaciones. Caminaron hacia el oeste verificando la coloración de la vegetación, que a los 50 metros del lugar de partida, recobraba su color normal. Ya no tenían dudas, todo se debía a una extraña energía que ignoraban de dónde había partido, pero sospechaban que de uno de los tantos OVNI que los lugareños aseguraban, recorrían la región casi a diario.
Fuera del área de decoloración de la vegetación, hicieron un nuevo descubrimiento, los instrumentos que transportaban comenzaban a funcionar normalmente, recuperaban la energía perdida dentro de ese extraño círculo. El detector de magnetismo entró en funcionamiento y Fernando optó por probar si la cámara hallada semienterrada, funcionaría. Y así fue.
Con ansiedad la encendieron y recurrieron al menú para retroceder las últimas imágenes tomadas por el grupo “desaparecido”. Su sorpresa fue mayúscula cuando vieron “la foto” de una gigantesca “luz” captada por la cámara. No distinguían una forma definida pero sí las dimensiones que prácticamente ocupaban la pantalla. De inmediato Alfredo conectó la cámara a la computadora portátil y en pocos minutos estableció que la extraña “luz”, era un cuerpo sólido al descomponer la imagen mediante un programa. Pero la cosa no terminaba ahí... a medida que seguían descomponiendo la imagen, más detalles se advertían. La “luz” era un objeto de considerables proporciones ¡¡¡y con forma!!! . Todo comenzaba a aclararse. Por fin habían encontrado una pista.
Entusiasmados observaban los detalles pero… descuidaron lo que ocurría a su alrededor. De pronto, la computadora dejó de funcionar, la cámara fotográfica se apagó y a la vez advirtieron un extraño zumbido, similar al de una ráfaga de viento pero... no había ni la más mínima brisa.
Desesperados miraron alrededor y pudieron apreciar la aparición de un extraño objeto triangular con su parte delantera un tanto redondeada. Se acercaba a ellos volando al ras del monte a una velocidad vertiginosa. El espectáculo era soberbio y dejaron de prestar atención al instrumental que ya no funcionaba. Estaban embelezados. Sintieron una extraña somnolencia y un estado de placidez tan agradable que se dejaron llevar hasta perder la conciencia.
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